martes, 8 de septiembre de 2009

Miguel.

Aquel niño raro y aquel perro raro enseguida se hicieron amigos. A los padres de Miguel no les hizo mucha gracia, no les hizo ninguna gracia. Pero el pequeño no quería ningún otro perro, quería a Peter. Quería a Peter y a su color verde. Quería a Peter y a sus alas de pingüino. Quería a nuestro pequeño perrito gafe. Y Peter quería a Miguel. Quería a su sonrisa de niño pequeño. Quería a sus ricitos negros. Quería a sus ojos verdes (que pegaban a la perfección con su pelaje) Y ya nadie podía hacer nada contra ese amor. Era definitivo. Era para siempre. Hasta que alguno de los dos muriese, (Peter seguramente...)
Rogó y suplico a sus padres que acabaron cediendo. Y ambos subieron al coche, felices, juntos, y parecía que por fin las cosas le iban bien a Peter. Parecía...

[Aquí un pequeño inciso en la historia de Peter, este blog es y sera siempre única y exclusivamente del pequeño Miguel, que ya no es tan pequeño. Él y solo él sera siempre el dueño de Peter, quien le conoce realmente y estaba allí en el momento exacto en que nació esta estupidísima idea de un blog sobre un perro verde.]

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