martes, 8 de septiembre de 2009
Miguel.
Rogó y suplico a sus padres que acabaron cediendo. Y ambos subieron al coche, felices, juntos, y parecía que por fin las cosas le iban bien a Peter. Parecía...
[Aquí un pequeño inciso en la historia de Peter, este blog es y sera siempre única y exclusivamente del pequeño Miguel, que ya no es tan pequeño. Él y solo él sera siempre el dueño de Peter, quien le conoce realmente y estaba allí en el momento exacto en que nació esta estupidísima idea de un blog sobre un perro verde.]
lunes, 7 de septiembre de 2009
Y surgió el amor.
Un día que Peter estaba tumbado en el porque (le habían prohibido pasearse por el campo tras el ya muy mencionado incidente) vio como un coche se paraba en la puerta. De el se bajó a toda prisa un niñito de unos 6 o 7 años con un enooooorme sonrisa en regordeta cara. Daba saltos alrededor de sus padres mientras estos caminaban despacio, como regocijándose en la impaciencia de su hijo. Llegaron a la puerta principal y llamaron.
El niñito ni se había dado cuenta de que Peter estaba a escasos metros de el. Pero Peter le miraba fijamente con la esperanza de que fuese a ser su nuevo dueño. En el fondo debía saber que no le iban a escoger nunca. Debió haberlo visto en la cara de su criadora cuando miro al niño y acto seguido a el con cara de pena. Pero Peter es un iluso y así le va como le va.
-Lo siento, pero en este momento solo nos queda un cachorrillo y... dudo que sea lo que están ustedes buscando para su hijo.
-¿Tiene alguna enfermedad o deformación?
La dueña de Peter se limito a señalarlo.
Y entonces se miraron, Peter miro al niño, el niño miro a Peter y surgió el amor. Porque hay niños para todo. Porque para gustos, hay colores y el verde es uno de ellos.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Pobre, pooobre Peter.
Peter se había puesto muy pero que muy nervioso cuando su dueña les llevo por primera vez a la finca donde a partir de ese día vivirían mientras nadie los comprase. Le metieron junto a sus hermanos en aquella lata enorme y con ruedas que se movía. Imaginaros la cara de Peter cuando abrieron las puertas y estaba en un sitio totalmente distinto a donde había vivido desde aquel penoso día de su nacimiento. Sus hermanitos, siempre tan temerarios bajaron a todo correr de la furgoneta. Exploraron todo. Lo olisquearon todo. Se mearon en todo. Pero Peter no acaba de decidir si valía la pena salir de allí.
Al final sus deducciones le llevaron a la conclusión de que si no salia tendría que zarandearse otra media hora de vuelta a su casa. Así es que, se bajo con mucho cuidado. Y en ese momento lo vio todo mucho mejor. La alta enorme casa, las flores de colores, los pájaros que cantaban en aquellos enormes árboles... y lo mejor de todo, esa altísima hierba verde que cubría todo el campo. Peter corrió y se metió de lleno en aquel bosque de hierbajos verdes. Y por primera vez se sintió en casa. Correteo por todo el campo y cuando se canso, se tumbo y se durmió.
Se despertó escuchando un extraño ruido muy muy fuerte que venia de detrás de el. Medio adormilado pensó en girarse pero le dio miedo ver la cara del monstruo que hacia semejante ruido. El sonido se iba acercando a una tremenda velocidad y Peter no sabia todavía que hacer. Cuando se quiso dar cuenta tenia al monstruo encima. Empezó a gimotear pero con ese horrible estruendo nadie le oiría. La criatura le desgarro la piel con sus dientes de hierro, hizo un ruido extraño y paro.
Y así fue como a Peter le paso un cortacesped por encima. Porque, ¿quien distinguiría verde sobre verde? Pero los perros verdes están hechos de una pasta muy dura y nuestro pequeño Peter no es una excepción!
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Alas.
Se asomo a la ventana del tercer piso donde vivían, que la dueña había dejado abierta. Sintió el aire en su cara, escucho el sonido de las olas del mar, los gritos de adolescentes borrachos en el parque... Saboreo por adelantado su libertad unos segundos. Y se tiro. Estiro sus alas y las agito con fuerza. Pero los pingüinos no vuelan, y los perros verdes, tampoco.
De los detalles sangrientos de la caída, no me pronunciare. Hoy, por lo menos, no.