Se asomo a la ventana del tercer piso donde vivían, que la dueña había dejado abierta. Sintió el aire en su cara, escucho el sonido de las olas del mar, los gritos de adolescentes borrachos en el parque... Saboreo por adelantado su libertad unos segundos. Y se tiro. Estiro sus alas y las agito con fuerza. Pero los pingüinos no vuelan, y los perros verdes, tampoco.
De los detalles sangrientos de la caída, no me pronunciare. Hoy, por lo menos, no.
jajajaa mola
ResponderEliminarpd-soy Iago :D
xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarAmo a Peter